La postura correcta (eBook)

EL SISTEMA LOCOMOTOR

El sistema locomotor está constituido por huesos —unidos mediante elementos de ensamblaje para formar el esqueleto—, articulaciones y músculos.

El esqueleto define la morfología del cuerpo y delimita los espacios internos en los que se hallan protegidos los órganos y el sistema neurosensorial.

Los huesos, muy numerosos y con distinta forma y volumen, constituyen la estructura de sostén del cuerpo, sirven de punto de inserción a los músculos y actúan como depósito de sales minerales, además de ejercer como sede de la hematopoyesis, es decir, el lugar donde «nace» la sangre. Los huesos se dividen en huesos largos, caracterizados por la prevalencia de una dimensión sobre las otras dos, huesos planos, en los que prevalecen dos dimensiones sobre una tercera, y huesos cortos, con dimensiones equivalentes. Todos los huesos están recubiertos por una membrana fibrosa, que se denomina periostio; carecen de este recubrimiento las partes implicadas en las articulaciones y algunas zonas que sirven de conexión para los tendones.

Los huesos están conectados unos con otros mediante articulaciones, dispositivos que permiten el movimiento y mantienen la estabilidad. Las uniones pueden establecerse entre las distintas partes del esqueleto mediante tejidos conectivos interpuestos en los espacios vacíos, formando una continuidad: reciben el nombre de sinartrosis y se clasifican según sea el tejido interpuesto.

Existen también las diartrosis, articulaciones caracterizadas por la discontinuidad entre los cartílagos de las cabezas articulares; este tipo de articulaciones se mantienen en contacto gracias a complejos ligamentos que envuelven las extremidades óseas como una especie de fundas. En la clasificación de las diartrosis se tienen en cuenta el tamaño y la forma de las cabezas articulares. Todas las sinartrosis son inmóviles o semimóviles, mientras que las diartrosis garantizan un rango muy amplio de movimientos.

La estructura del esqueleto logra así que este funcione como dispositivo capaz de estabilizar al hombre cuando adopta distintas posturas, y que lo acompañe en los desplazamientos de forma activa o pasiva. De cualquier modo, este papel del sistema locomotor es menos independiente de lo que se pudiera imaginar: de hecho, cada postura se mantiene gracias a la continua cooperación del sistema nervioso y sensorial con el propio esqueleto.

LOS MÚSCULOS

La masa muscular constituye aproximadamente el 40 % del peso del cuerpo humano, y por ello es muy importante.

Los músculos son órganos de distinta forma y volumen, constituidos por una parte carnosa, de color rojo vivo, y por una parte tendinosa, blanca. Insertados en el esqueleto, gracias a la potencia desarrollada por su fuerza contráctil, modifican la orientación de los huesos en la medida en que lo permiten las articulaciones, esto es, mantienen la postura.

Los músculos pueden clasificarse de distinta manera: según su forma, se distinguen músculos anchos y largos; según criterios funcionales, dependiendo del movimiento que imprimen a los huesos, se pueden clasificar en agonistas y antagonistas, posturales y de movimiento, dependiendo de si hay rivalidad colaborativa o contraste de acciones entre unos y otros. Además, los músculos se pueden dividir en estriados o lisos, según su aspecto microscópico.

Los músculos estriados constituyen la denominada musculatura voluntaria que, a través de los tendones (estructuras fibrosas), se inserta en los huesos y articulaciones, determinando con sus contracciones el movimiento del cuerpo. Este tipo de músculos están inervados por fibras del sistema nervioso motor y generalmente no se contraen sin la estimulación nerviosa.

Cualquier modificación en este complejo sistema conlleva adaptaciones en todas las partes del cuerpo, a través de un sistema de interacciones entre los distintos grupos musculares, sobre todo entre los músculos posturales y los del movimiento.

El mecanismo de acción del sistema muscular es extremadamente complejo desde el punto de vista neurológico, incluso en lo que concierne a los movimientos más simples: todo está regulado por una red nerviosa que transforma los impulsos provenientes de los músculos en señales eléctricas que, a través de la médula espinal, son transportadas al sistema nervioso central.

Aquí se elaboran los impulsos nerviosos y el resultado de esta elaboración es enviado a través de dos grandes vías descendentes, localizadas también en la médula espinal (la vía piramidal y la extrapiramidal), a la etapa final común, la motoneurona periférica, desde donde se origina la señal que, desde la placa motora, determinará la contracción o la relajación del propio músculo.

El sistema nervioso central, por tanto, es el responsable del tono muscular, o sea, de la ligera tensión que los músculos estriados presentan en reposo. La contracción tónica permite la actividad postural de los músculos, manteniendo las posturas relativas de las distintas partes del cuerpo, y se opone a las modificaciones pasivas de estas posturas.

Los músculos son, por tanto, los órganos destinados a mantener el equilibrio en la posición erguida, a fijar la postura de cualquier parte del cuerpo y a facilitar los movimientos del cuerpo o de una parte de este, oponiéndose a la fuerza de la gravedad.

LA COLUMNA VERTEBRAL

La columna vertebral está constituida por segmentos óseos superpuestos y articulados entre sí: las vértebras. Se compone de 33-34 vértebras, divididas de la siguiente manera: 7 cervicales, 12 dorsales o torácicas, 5 lumbares, 5 sacras y 4-5 coccígeas.

Por sus características de resistencia, elasticidad y movilidad, la columna vertebral desarrolla al mismo tiempo tres funciones fundamentales:

— movimiento;

— sostén del tronco y de las articulaciones;

— protección de la médula espinal y de las raíces nerviosas.

Las vértebras se relacionan unas con otras a través de los cuerpos vertebrales y de los procesos articulares. Sus superficies articulares están revestidas de cartílago, y entre ellas se sitúa el disco intervertebral, constituido por un núcleo pulposo, gelatinoso y con un alto contenido en agua, y por el anillo fibroso (anulus), constituido por fibras de colágeno, más duras y resistentes.

El disco actúa como amortiguador y puede absorber y redistribuir las cargas en todas las direcciones espaciales, tanto durante el mantenimiento de una postura estática, como durante el movimiento. Para que realice bien esta función es un requisito fundamental la conservación del abundante contenido en agua del disco y la integridad del anillo fibroso.

Además de los discos intervertebrales, los medios de unión de las articulaciones en las vértebras son proporcionados por algunos ligamentos y por una cápsula fibrosa que está presente entre los procesos articulares específicos de las vértebras.

Por lo que respecta a los músculos del raquis, se consideran como propios sólo aquellos que tienen su origen y su terminación en la columna: los llamados músculos intrínsecos.

La cápsula articular, el anulus, los ligamentos y los tendones, las fascias y las cubiertas musculares pueden constituir el lugar de origen del dolor, ya que están provistos de receptores de dolor, a diferencia del cartílago articular y el disco vertebral.

Se puede decir que la columna vertebral es un conjunto coordinado de unidades funcionales superpuestas, cada una de las cuales está constituida por dos vértebras vecinas y por los tejidos que se encuentran entre estas. A las distintas unidades funcionales que constituyen la columna se les atribuyen las tareas mecánicas fundamentales: la eficacia estática antigravitatoria (esto es, el mantenimiento de la postura) y la flexibilidad.

Para simplificar, podemos distinguir en la unidad funcional de la columna dos secciones: una anterior, constituida por el cuerpo vertebral y por el disco, y una posterior, constituida por los procesos articulares. La parte anterior tiene principalmente las funciones de sostén y absorción de las cargas de los golpes; la parte posterior, en cambio, guía y orienta el movimiento de una vértebra sobre la contigua.

En condiciones normales, la columna vertebral presenta, vista de lado, cuatro curvas: dos de convexidad anterior (lordosis), a nivel cervical y a nivel lumbar, y dos de convexidad posterior (cifosis), a nivel dorsal y sacro.

Las curvaturas fisiológicas de la columna, que equilibran la propia columna al compensarse recíprocamente, tienen, por otra parte, un significado mecánico en lo concerniente a la sujeción del peso del cuerpo. Por ejemplo, la resistencia de la columna a las presiones longitudinales, como las sobrecargas, es decuplicada respecto a una hipotética columna rectilínea.

En el plano frontal, el raquis se percibe, en cambio, como una línea recta.

El mantenimiento de la posición de la columna está garantizado, como ya hemos visto, por el sistema mecánico específico de cada unidad funcional, esto es, por aquellas fuerzas que se oponen a la gravedad y que ejercen, por tanto, una función...