El padre Brown (eBook)

Relatos completos
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2017 | 1. Auflage
896 Seiten
Ediciones Encuentro (Verlag)
978-84-9055-828-7 (ISBN)

Lese- und Medienproben

El padre Brown -  G. K. Chesterton
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El conjunto de los relatos del padre Brown, escrito a lo largo de más de veinte años, constituye quizá la obra más popular de Chesterton. El simpático cura-detective que los protagoniza resuelve en ellos, armado únicamente con su paraguas, su inocencia y su sabiduría, intrincados casos gracias a un conocimiento sencillo a la par que profundo de la naturaleza humana. Frente a la destrucción sistemática de la razón, propia del escepticismo y el relativismo de la Europa de inicios del siglo XX, Chesterton crea este singular personaje --basado en su amigo el sacerdote irlandés John O'Connor y que es ya parte del imaginario de la cultura inglesa junto a otras figuras detectivescas como Sherlock Holmes o Hercules Poirot-- para mostrar que sólo una mirada sincera y que reconozca el misterio que la realidad encierra es capaz de salvaguardar la razón. Además de los cinco relatos ampliamente conocidos, el presente volumen incluye otros tres que no aparecieron en las ediciones originales: El caso Donnington, publicado en The Premier Magazine, La vampiresa del pueblo, aparecido en Strand Magazine y probablemente el primer relato de una nueva colección, y La máscara de Midas, texto en el que Chesterton estaba trabajando cuando le sobrevino su enfermedad final en 1936.

G. K. Chesterton (Londres 1874 - Beaconsfield 1936), fue un literato y polemista inglés convertido en 1922 al catolicismo. Abandonó sus estudios de arte para dedicarse al periodismo y durante su juventud realizó algunas incursiones en el mundo del ocultismo. Comenzó escribiendo poesía y ensayos críticos sobre diversos escritores británicos, pero la fama y el reconocimiento internacional le llegaron con sus novelas y relatos, obras llenas de imaginación, sentido del humor y hábil manejo lingüístico, como El hombre que fue Jueves, El Napoleón de Notting Hill, La esfera y la cruz o los celebérrimos relatos del padre Brown. Escribió además dos extraordinarias biografías de santo Tomás de Aquino y san Francisco de Asís, esta última publicada en castellano por Ediciones Encuentro.

G. K. Chesterton (Londres 1874 - Beaconsfield 1936), fue un literato y polemista inglés convertido en 1922 al catolicismo. Abandonó sus estudios de arte para dedicarse al periodismo y durante su juventud realizó algunas incursiones en el mundo del ocultismo. Comenzó escribiendo poesía y ensayos críticos sobre diversos escritores británicos, pero la fama y el reconocimiento internacional le llegaron con sus novelas y relatos, obras llenas de imaginación, sentido del humor y hábil manejo lingüístico, como El hombre que fue Jueves, El Napoleón de Notting Hill, La esfera y la cruz o los celebérrimos relatos del padre Brown. Escribió además dos extraordinarias biografías de santo Tomás de Aquino y san Francisco de Asís, esta última publicada en castellano por Ediciones Encuentro.

INTRODUCCIÓN


«Paseando calle abajo por Fleet Street, puede uno toparse cualquier día con una forma cuya enormidad oculta el cielo. Grandes rizos surgen por debajo del sombrero flexible de ala ancha; una capa, que podría ser un legado de Portos, ondea junto a su esqueleto colosal. Se detiene a leer el libro que sostiene en las manos en mitad de la calzada y derrama por el aire una cascada de risas que va descendiendo desde las notas más altas hasta la media voz. Levanta la vista, se ajusta los quevedos, observa que no está en un taxi, se acuerda de que debería coger uno, se da la vuelta y lo llama a voces. El vehículo se hunde bajo una carga inusual y se aleja rodando pesadamente. Lleva a Gilbert Keith Chesterton.

El señor Chesterton es la figura más insigne del panorama literario de Londres. Es como un ser procedente de un cuento de hadas, una leyenda en persona, un superviviente de la niñez del mundo… Es un caminante de la eternidad, que se detiene en la posada de la vida, se calienta junto al fuego y hace que las vigas del techo resuenen con sus alegres carcajadas».

Así describe el periodista A.G. Gardiner a su colega G.K. Chesterton, autor de los relatos del padre Brown que presentamos en este volumen. Podríamos enumerar datos sobre su vida: que nació en Kensington (Inglaterra) en 1874; que desde pequeño amaba las discusiones y los debates, primero con su hermano Cecil y más tarde con sus compañeros de escuela; que comenzó trabajando en una editorial y posteriormente pasó a trabajar como articulista y ensayista en diversos periódicos hasta su muerte; que escribió y publicó con notable éxito una ingente cantidad de libros de todos los géneros. Sería decir algo sobre él y, sin embargo, no entender casi nada. Porque lo que más llama la atención al indagar en la biografía de este escritor inglés son algunos rasgos de su personalidad que van a estar siempre presentes en su vida y que van a modelar el estilo de todos sus escritos: el amor por la realidad y la defensa apasionada y casi obstinada de la razón y del sentido común. Son estos rasgos los que van a caracterizar también al pequeño cura de Essex que es el protagonista de los relatos que componen el libro que tenemos entre las manos.

Con la ironía que le caracteriza comienza Chesterton su Autobiografía, escrita en 1936 —el último año de su vida—, y lo hace dejando claro, frente al reduccionismo de una razón cientificista que sólo admite como cierto lo que puede demostrarse empíricamente, su punto de partida: «Con esa reverencia y credulidad ciega que me son tan características, cuando de la tradición y de la mera autoridad de mis mayores se trata, me he tragado —sin rechistar y casi supersticiosamente— un cuento que no me fue posible comprobar a tiempo, a la luz de la experiencia del propio juicio. Me hallo, por tanto, firmemente convencido de que nací el 29 de mayo de 1874, en Campden Hill (Kensington) y fui bautizado con arreglo al ritual de la Iglesia anglicana en el pequeño templo de San Jorge, frente por frente a la gran torre de los Waterworks que dominaba esa altura». En esta «amplitud» de la razón, que admite certezas morales igual de verdaderas que las certezas matemáticas —y que nos permiten no dudar del día en que nacimos— está la clave del pensamiento chestertoniano y de su defensa apasionada de un sentido común cargado de razones. En uno de sus ensayos explica que «…en esta frase ‘la mentalidad común’, venimos a topar con otro error corriente. Cuando se habla de lo común, suele entenderse ahora lo inferior, y cuando hablamos de sentido común, un sentido inferior: el sentido o mentalidad del mero vulgo. Y no hay nada de eso. El sentido común significa el sentido compartido por todos los artistas y héroes, pues si no, no sería común; o, en otro caso, tal sentido no sería muy común. Llamamos común al atributo en que participan el santo y el pecador, el filósofo y el sandio… Algo existe en cada cual que hace querer a los niños, temer la muerte y disfrutar con el sol». El hombre se descubre con una naturaleza determinada que él no decide ni modela, sino que tiene su forma propia, sus reglas propias, que debe respetarse a riesgo de perder la propia humanidad (porque ¿qué es más humano, querer a los niños u odiarlos?). En esta fidelidad a la realidad se halla todo el secreto de la alegría y el amor a la razón que se respiran en cada una de las páginas de las obras y de la vida de Chesterton. Veamos cómo lo describe él en este bellísimo pasaje de uno de sus últimos ensayos: «Detrás de nuestras vidas hay un abismo de luz, más cegador e insondable que cualquier abismo de oscuridad: es el abismo de la actualidad, de la existencia, del hecho de que las cosas son verdaderas y de que nosotros somos increíblemente, y a veces incrédulamente, reales. Es el hecho fundamental del ser contra el no ser: es inimaginable, pero no podemos dejar de imaginárnoslo, aunque algunas veces no lo imaginemos ni, muy especialmente, lo agradezcamos. Quien haya comprendido esta realidad sabrá que preponderará hasta lo infinito sobre toda recusación de la negación, y que debajo de todo cuanto pudiera negarse existe un subconsciente que es en realidad de gratitud».

Podemos rastrear en su juventud esta admiración por la existencia de las cosas, esta opción por el ser, tal como nos lo cuenta él mismo en su Autobiografía: «Después de haber permanecido algún tiempo en los abismos del pesimismo contemporáneo, tuve un fuerte impulso interior para rebelarme, para desalojar aquel íncubo o descartar semejante pesadilla. Pero como estaba luchando todavía conmigo mismo, a solas, y encontraba poca ayuda en la filosofía y ninguna en la religión, inventé una teoría mística rudimentaria y pésima, que era propiamente mía. Y es, en sustancia, lo que sigue: que incluso la mera existencia reducida a sus límites más primarios, era lo suficientemente extraordinaria como para ser estimulante. Cualquier cosa era magnífica comparándola con la nada. Incluso si la luz del día era un sueño, era soñar despierto; no era una pesadilla». Y esta posición quedará aún más clara en una de sus primeras poesías:

«Te doy gracias, Señor, por las piedras de la calle,

te doy gracias por los carros de heno de allá lejos

y por las casas construidas y en construcción

que me pasan volando cuando camino a zancadas.

Pero sobre todo, por el vendaval que siento en la nariz

como si tu propia nariz estuviera cerca».

El agradecimiento que nace del descubrimiento del ser llenará sus creaciones de esa alegría y frescura tan humanas que sorprenden inevitablemente a quien se acerca por primera vez a la obra de Chesterton. Prueba de que esta frescura nace de la observación apasionada e insistente de los hechos es este fragmento de uno de sus ensayos: «En resumen, lo que los críticos denominarían romanticismo es de hecho la única forma de realismo. Es también la única forma de racionalismo. Cuanto más utilice el hombre la razón para analizar la realidad, más se dará cuenta de que ésta permanece siempre más o menos igual… Si una chica real tiene un romance real, estará experimentando algo muy antiguo pero no algo rancio. Si coge una flor de un rosal auténtico, sostendrá en la mano un símbolo muy viejo, pero una rosa muy reciente. Mientras el hombre pueda aclarar sus ideas para ver las cosas reales tal y como son, podrá percibir su importancia permanente, pero si deja que la moda actual y los usos estéticos del momento confundan su mente, nada logrará entender excepto que es como una lámina de una caja de bombones… Mientras razone sobre personas reales, podrá observar que son románticas de verdad, pero si cavila sobre imágenes, poesías o estilos decorativos, se dará cuenta de que el estilo romántico es un estilo falso o anticuado y contemplará a los individuos únicamente como si fueran copias de imágenes. Las personas reales, por el contrario, no son imitaciones, sólo son ellas mismas y siempre lo serán. Las rosas siguen siendo radiantes y misteriosas, aunque los papeles baratos que cubren las paredes estén salpicados de capullos que parecen pepitas. Enamorarse sigue siendo algo radiante y misterioso, aun cuando resulte muy poco convincente escuchar por milésima vez una canción o una máxima sorpresa del día de san Valentín. Entender este hecho es vivir en un mundo de hechos. Pensar continuamente en la banalidad de los papeles de pared baratos y en las canciones de San Valentín es vivir en un mundo de ficciones».

Pero no solo sus obras participan de este torrente de vitalidad. Quien se adentre en la vida de Chesterton (en cuyo caso recomiendo la excelente biografía de Joseph Pearce [1]) descubrirá que toda ella está impregnada por esta pasión: su familia, los amigos que le rodean, las discusiones que mantiene con las personalidades más influyentes de su época dentro del clima de escepticismo y relativismo predominante, la relación con su mujer, su conversión al cristianismo… Un ejemplo claro puede encontrarse en la carta preciosa que escribe a la que será su mujer, Frances, la noche en que se han prometido:

«Perdonarás, estoy seguro, al tan recientemente nombrado Emperador de la Creación, por haber tenido tanto que hacer esta noche antes de tener tiempo para hacer lo único que merece la pena. (…) Aunque un solo vistazo permite imaginar más bien poco, he descubierto que en realidad hasta hoy mi vida ha transcurrido en la penumbra más intensa… Intrínsecamente hablando, ha sido una vida muy alegre, pero lo cierto es que nunca he sabido lo que significa ser feliz hasta esta noche. Ser feliz no es estar pagado de uno mismo,...

Erscheint lt. Verlag 9.1.2017
Reihe/Serie Literaria
Verlagsort Madrid
Sprache spanisch
Themenwelt Literatur Historische Romane
Literatur Krimi / Thriller / Horror Historische Kriminalromane
Literatur Krimi / Thriller / Horror Krimi / Thriller
Schlagworte 8tv • Agatha Christie • Brown • Chesterton • Crime • CSI • CURA • detective • G.K. Chesterton • Hércules Poirot • investigador • Misterio • Padre Brown • PadreBrown • Pare Brown • Poirot • Relatos completos • Relatos policíacos • Serie • Sherlock • TV • Watson
ISBN-10 84-9055-828-0 / 8490558280
ISBN-13 978-84-9055-828-7 / 9788490558287
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