Neofascismo en Chile (eBook)
388 Seiten
Editorial Bubok Publishing (Verlag)
978-84-685-4503-5 (ISBN)
PRIMERA PARTE
I. “No Voy A Renunciar. Pagaré Con Mi Vida La Libertad Del Pueblo”.
Martes 11 de septiembre: 9:20 horas.
Es la vibrante palabra del Presidente Allende, a través de las ondas de Radio Magallanes –última en transmitir—. —prosigue—, “Posiblemente es la última vez que escuchen mi voz; tengo la certeza que mi sacrificio no será en vano”.
Minutos antes, Allende se asomó al balcón de su despacho, en la Moneda, y mirando al grupo de partidarios que empezaban a reunirse; levantó una mano saludándolos.
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Desde las siete de la mañana, (en el Puerto de Valparaíso a las 5:30 horas); comienza el operativo militar, sincronizado a lo largo y ancho del país. Las Fuerzas Armadas, primero, y luego, el Cuerpo de Carabineros, con todo el material de fuego: armas cortas y pesadas; ametralladoras, cañones, bazucas, morteros, tanquetas y tanques de Guerra; controlan los lugares estratégicos, las vías de camino, arterias importantes de ciudades; lugares de acceso a las poblaciones marginales y centros fabriles. Frente al hormigón de los puertos, las Naves de Guerra, muestran sus baterías, amenazantes.
¡El Día “D” del plan estratégico fascista desde Arica a Punta Arenas!
A las 8:30, irrumpe una marcha militar en los programas de la radio reaccionaria “Agricultura”; instantes después un locutor, anuncia: “¡Esta es la cadena de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile…!”
“Teniendo presente –continúa—, la gravísima crisis social y moral que atraviesa el país; las Fuerzas Armadas y de Carabineros, deciden: que el Presidente de la República, debe proceder a la inmediata entrega de su cargo, a las Instituciones Armadas”. Las radios golpistas: “Minería”, “Balmaceda” y “Santiago”, se unirán integrando la “Red Democrática.
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Allende, en su residencia de Tomás Moro, es informado telefónicamente a tempranas horas, por un oficial leal de Carabineros de Valparaíso: que la situación en el Puerto era “anormal”. La Escuadra Naval que, en la tarde del lunes pusiera proa al mar, para junto a los Barcos de la Marina Norteamericana, en visita “de Amistad”, hacer maniobras de ejercicio, en la “Operación Unitas”; —hecho, visto por miles de porteños, y abundantemente publicitado en los medios informativos derechistas—; regresaba pocas horas después de su partida. Se sumaba al inusual acto (por primera vez en la Marina, desde la firma del convenio con EE. UU.); la movilización de Infantería.
El Mandatario, se trasladó al Palacio de La Moneda. Por teléfono, hace un llamado a las FF. AA., que “deben cumplir con su deber”.
El cinturón de Carabineros, con tanquetas, que “protegen” la Casa Presidencial; se retiran a la orden emanada por el General Mendoza, Director de la Institución policial.
¡Es cuando habla por “última vez”, al pueblo!
Allende se dispone a resistir, solo con varias docenas de la leal Guardia Personal; ocho detectives y algunos funcionarios de su régimen.
Las tropas y blindados del Ejército, rodean el lugar. Son las 9:45 de la mañana. El tiroteo se produce.
Un miembro del GAP –grupo de amigos personales—; encargados de la seguridad del Primer Mandatario, instala una ametralladora “punto 30”, en una ventana de las oficinas que dan hacia la “Plaza de la Constitución”. –periodista gráfico con teleobjetivo impresiona su foto; revelada después, en los diarios—; un cañonazo de un tanque apostado en calle Agustinas lo derriba, con fuerte estruendo.
A la muerte del miembro de su escolta, prosigue la encarnizada defensa del compañero presidente.
Desde los edificios colindantes a la plaza: “El Ministerio de Obras Públicas; Intendencia; Seguro Social; Telégrafos y Telecomunicaciones y diario “La Nación”; a favor del gobierno se responde, con revólver y pistola, en suicida contienda contra los batallones.
El Comandante en Jefe de la FACh, Gustavo Leigh, da el ultimátum: ¡o se rinde, o a las 11 horas, bombardea La Moneda!
Después de una corta tregua: Daniel Vergara, Subsecretario del Interior; Fernando Flores, Secretario General de Gobierno; y Oswaldo Puccio, Secretario de la Presidencia; con bandera blanca llegan al Ministerio de Defensa; portadores de un mensaje de Allende dirigido a las Directivas Sublevadas: “solicitando que cesara el fuego, que no fuesen atacadas las poblaciones (barrios de gentes de bajo ingreso), que se designara a un civil para integrar la Junta y que iniciaran conversaciones con él”. “El Comando de la Junta rechazó estas propuestas”. (de la entrevista exclusiva, celebrada, al ex-Ministro del Interior, Carlos Briones, —bajo arresto domiciliario—; por el corresponsal del diario “The Times”, de Londres; y publicada el 12/nov./73.
Pero, les “aseguran que respetarán sus vidas y familias” (“El Mercurio”, 23/sep./73).
Puccio, retorna con el respectivo informe. Los funcionarios que lo acompañaron, quedaron detenidos como rehenes.
Los Militares, por altavoces, advierten: “las mujeres que están en La Moneda, tienen cinco minutos para retirarse”.
Allende pide a las compañeras, hacerlo, y enfatiza “yo no me voy a rendir, y no quiero que el de Uds. sea un sacrificio estéril”.
Once mujeres salen, entre ellas sus dos hijas; de quienes se despidió en el sótano. –En el exilio en México, contarán: “llevaba puesto un suéter y el casco militar, con la ametralladora a la espalda”.
Por teléfono, se despide de su esposa, Hortensia Bussi; y le afirma: “voy a resistir aquí”.
11.30 horas, ¡el plazo se cumple!; sobre Santiago aparecen dos aviones Hawker Hunter y al tercer vuelo rasante, secos impactos de los “rockets” remecen los alrededores. Las bombas retumban. Los ataques se repiten y 18 proyectiles dejan destrucción a su paso. Densas columnas de humo negro se elevan.
“El Presidente combatió con casco y ametralladora, y después, cuando llegó la hora del bombardeo, nos refugiamos en el sótano de los edificios” (de la entrevista al ex-Ministro Briones; “The Times”, 12/nov./73).
12.30: concluye el bombardeo. Intercambio de disparos con la Fuerza de Tierra. Intensa y prolongada “cortina” de bombas lacrimógenas y el asalto definitivo.
Por la puerta No. 80 de la calle Morandé; algunos funcionarios salen con las manos en alto y en fila; Oswaldo Puccio; Clodomiro Almeida, Ministro de Relaciones Exteriores; Carlos Briones, Ministro del Interior; Miriam Contreras, Secretaria de la Presidencia (única mujer que no abandonó el Palacio); René Largo y Jorge Uribe, periodistas; Patricio Guijón, médico. Junto al garaje, hay, “25 hombres de cúbito abdominal. Estaban sucios (heridos) y en mangas de camisa o con chalecos”. (Revista “Ercilla” No. 1991, 26/sep./73).
Los vehículos blindados, al mando del General Javier Palacios Rhuman—Jefe de la operación—; se apoderaron de La Moneda, a las cuatro horas de iniciada la lucha.
A la prensa dirá:
“Cuando penetré al Palacio, las llamas lo habían convertido en un infierno”.
“Él (Allende) estuvo disparando todo el tiempo, porque tenía las manos llenas de pólvora. El cargador de la metralleta estaba vacío. Había numerosas vainillas en la ventana y cerca de su cuerpo. A su lado también estaba un revólver, y cuando pasé a identificarlo tenía un casco y una máscara de gases”.
(Relato a la Agencia Latina— reproducido en la revista antigobiernista “Ercilla”, No. 1991, 26/sep./73).
¡El fusilamiento se había efectuado!1.
“El General tenía una mano vendada” “me explicó que ésa es la obra de quién prefirió suicidarse a rendir cuentas”.
(Entrevista del reportero Claudio Sánchez, del canal derechista, 13 de televisión; publicado en “Ercilla”, No. 1991, 26/sep./73).
¡La Ignominia sigue al Crimen!
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La Versión Oficial de la Junta Militar, intenta, justificar la Villanía al tejer una maraña de falsedades en torno al supuesto “suicidio” de Salvador Allende.
El “testigo presencial”, es el médico Patricio Guijón —Hoy, confinado en la Isla Dawson—. Bajo el temor y presión de los Generales, dirá:
“Cuando íbamos bajando para la puerta de Morandé 80…; recordé que había dejado mi máscara de gases y volví a buscarla. En ese momento vi, como el Dr. Allende se sentaba en un mueble de felpa roja y apoyándose su metralleta en la barbilla, la disparaba” (“El Mercurio”, 1/nov./73); y, en los diarios y revistas oficialistas, como “Ercilla”, la versión de la Dictadura, se repite:
“…recordé que había dejado mi máscara de gases, y volví a buscarla. En ese momento vi…”—continúa la crónica—; “la declaración corresponde al doctor Carlos Patricio Guijón, médico personal de Salvador Allende y único testigo de su muerte, actualmente detenido en la Isla Dawson”. “Ercilla”, No. 1997, 7/nov./73).
Lo extraño del caso, es que el mismo “testigo”, “único”; a la prensa y medios de comunicación derechistas (que son los que circulan en el país); a la semana siguiente del golpismo, decía, que “había escuchado la detonación”. Así en el reportaje de la misma revista “Ercilla”, en el número 1991, del 26 de septiembre, intitulado “El día D”, relató:
...Erscheint lt. Verlag | 13.3.2020 |
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Verlagsort | Madrid |
Sprache | englisch |
Themenwelt | Sachbuch/Ratgeber ► Geschichte / Politik ► Politik / Gesellschaft |
Sozialwissenschaften ► Politik / Verwaltung ► Vergleichende Politikwissenschaften | |
Schlagworte | dictadura de Salvador Allende • fascismo en chile • historia del chile |
ISBN-10 | 84-685-4503-1 / 8468545031 |
ISBN-13 | 978-84-685-4503-5 / 9788468545035 |
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