Mozart

Mozart y sus óperas me fascinaron desde pequeño. En el verano me gustaba más vagar secretamente por la Casa del Festival que ir a la piscina. En 1987 logré, por cierto, el mayor éxito de mi carrera como "colado": en la Gran Casa pude seguir el ensayo con vestuario de "Don Giovanni". Herbert von Karajan tuvo aquella vez un ataque de rabia (¡pero no por mi causa!). Durante el ensayo se averió una de las cámaras de la televisión y, para poder cambiarla, se pidió una corta pausa. Al director se le escapó la paciencia y transcurrió un cuarto de hora hasta que logró dominarse. Cuando volvió a dirigir su atención a la orquesta, me dí a la fuga, ese día era preferible no ser descubierto por el Maestro. En el Festival de verano de 1997 trabajé como reportero en la ORF (Radio austríaca) y tuve a Silvia Mc Nair delante del micrófono. Cantaba la Pamina en "La flauta mágica" y me contó que en las estrechas callejas del Casco antiguo de Salzburgo tenía permanentemente la sensación de que en cualquier momento Mozart le saldría al encuentro. ¡Qué exageración!, pensé para mí, típicamente norteamericana. Unos días después de la entre- vista asistí a una función de "La flauta mágica" en la Felsenreitschule. Mc Nair cantó su parte con tanto sentimiento y convicción que hoy día no puedo hacerle el reproche de contar historias frívolas para cosechar popularidad entre el público. Uno percibe que para ella es muy importante poder cantar Mozart justamente en Salzburgo. En Viena Mozart no es tan omnipresente como en su ciudad natal aunque allí él vivió los últimos diez años de su vida y compuso algunas de sus obras más importantes. Pero mientras que Salzburgo tiene sólo a Mozart como estrella mundial, Viena cuenta con el rey del vals, Strauss, Schubert, Beethoven y (Joseph) Haydn, así como con grandes figuras del mundo de las Artes y de la Ciencia. Para el turismo de la ciudad de Viena Mozart nunca fue importante, al contrario que en Salzburgo, donde Mozart está presente en cada escaparate y sus monumentos son atracciones principales. En Viena muchas de sus huellas están difuminadas... ¡un hecho emocionante para las siguientes 64 páginas!