Los placeres de la literatura latina (eBook)

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2021 | 1. Auflage
140 Seiten
Ediciones Siruela (Verlag)
978-84-18708-89-3 (ISBN)

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Los placeres de la literatura latina -  Pierre Grimal
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«Esta pequeña joya de Pierre Grimal aumenta la pasión por los autores latinos, su lectura es uno de los placeres de la vida».   Emilio del Río La literatura latina es, esencialmente, la de la historia de Roma; una literatura rica en espíritu civil que, desde la época republicana y conquistadora hasta el triunfante periodo imperial, se esforzó siempre por definir los valores fundamentales sobre los que se asentaba la afirmación de su cultura. De la prosa literaria a la poesía moral y el teatro, de la era augusta a la de los rétores... La identidad esencial de la literatura latina vertebra este delicioso y apasionante recorrido en el que Pierre Grimal, uno de los más destacados divulgadores de la civilización romana, recorre con sabiduría los meandros de las brillantes personalidades individuales -Virgilio, Horacio, Ovidio, Séneca, Petronio, Tácito, Lucilio, Terencio o Cicerón-, vinculándolos oportunamente con las grandes corrientes ligadas al destino político y espiritual de una de las más esplendorosas civilizaciones de la historia de la humanidad.

Pierre Grimal (París, 1912-1996) fue profesor emérito de la Sorbona, miembro de la Sociedad Francesa de Arqueología Clásica, de la Sociedad de Egiptología, de la Real Academia Sueca de Historia y de la Real Academia Belga, y sin duda el más destacado divulgador de la civilización y la cultura romanas en Francia.

Pierre Grimal (París, 1912-1996) fue profesor emérito de la Sorbona, miembro de la Sociedad Francesa de Arqueología Clásica, de la Sociedad de Egiptología, de la Real Academia Sueca de Historia y de la Real Academia Belga, y sin duda el más destacado divulgador de la civilización y la cultura romanas en Francia.

CAPÍTULO I

La primera poesía

La literatura latina comenzó con la poesía, que debutó al mismo tiempo que la epopeya y el teatro. Hay múltiples razones para ello: algunas se encuentran en el estado de la literatura griega contemporánea, en la función desempeñada al mismo tiempo por la tradición homérica y las representaciones teatrales en la cultura helénica; pero otras se deben a condiciones propias de Roma. Antes de la literatura escrita existía una literatura oral, lo que llamamos los «cantos de banquete», recitados por jóvenes en alabanza a los grandes hombres del pasado. La influencia de la civilización etrusca había propagado el conocimiento de los mitos helénicos, que se mezclaban con los relatos folclóricos. Tenemos un reflejo de este repertorio preliterario en las pinturas de las necrópolis etruscas arcaicas, donde se representan aventuras bélicas (como la de Macstarna, que probablemente sea un episodio de la historia romana) y leyendas épicas (por ejemplo, la inmolación de los prisioneros troyanos en la tumba de Patroclo). Es muy probable que el remoto pasado de Roma fuese así, desde tiempos inmemoriales, material «literario»: los ancestros de las gentes, los reyes y sobre todo Rómulo, fundador de la ciudad, debían figurar, con sus hazañas, en estos rudimentarios poemas. La métrica probablemente fuera el «verso saturnio» (así llamado a causa de la leyenda según la cual Saturno fue el primer rey mítico del Lacio), del cual solo conocemos formas tardías y relativamente «literarias» y que parece estar compuesto por dos partes desiguales, la primera generalmente formada por tres palabras (las dos primeras de dos sílabas, la tercera de tres), la segunda por dos palabras de tres sílabas (según este modelo: Virum, mihi, Camena / insece versutum2, primer verso de la Odusia de Livio Andrónico; aunque existían otras combinaciones posibles, por ejemplo este verso de Nevio: Fato Metelli Romae / fiunt consules3, en el cual la distribución de palabras de dos y tres sílabas varía). Las recitaciones se acompañaban con la lira, que marcaba el compás. La influencia que ejercen en la literatura latina estos «cantos de banquete» es difícil de captar. En su momento se conjeturó que fueron la primera forma de historia y contribuyeron a la elaboración de las leyendas que los críticos modernos a menudo censuraban en la tradición de historiadores posteriores (Tito Livio en particular). Actualmente hay consenso sobre su menor importancia y su desarrollo al margen de la historia, sin sustituirla. Pero bien es verdad que prepararon el nacimiento de las variantes nacionales de dos géneros griegos: la epopeya romana y la tragedia «pretexta», que pone a personajes romanos en escena.

El primer autor en lengua latina es un antiguo esclavo, originario de Tarento, llamado Livio Andrónico, que parece haber sido llevado a Roma en el año 272, tras la toma de su patria por el ejército romano. El joven Andrónico tenía entonces ocho años. Su amo era un senador, Livio Salinator, que lo manumitió tras haberle confiado la educación de su hijo. Teniendo en cuenta la juventud de Livio cuando llegó a Roma, hay que admitir que adquirió su cultura en esa ciudad, donde la gran cantidad de esclavos y libertos, pero también de hombres libres, comerciantes, artesanos, etc., originarios de las ciudades del sur de Italia, habían difundido el conocimiento y la práctica del griego. El mérito de Livio consistió no en introducir en Roma la literatura griega, sino en concebir la posibilidad de una literatura de expresión latina según el modelo de las obras griegas. Y, simultáneamente, compuso tragedias, comedias y una epopeya, fundando así tres géneros que pronto conocerían un extraordinario florecimiento con las obras de sus contemporáneos y sus sucesores inmediatos: Nevio, Plauto, Ennio y Pacuvio.

 

 

I. La epopeya de Livio a Ennio

 

Sabemos que Livio escribió en latín una Odusia que en gran medida era una adaptación, si no una traducción, de la Odisea homérica. Aunque Livio, cuya profesión era enseñar «gramática», utilizase su propia traducción para la enseñanza, es muy probable que no la compusiera con tal propósito. Romanizó, en la medida de lo posible, el texto de Homero, adaptando el nombre de los dioses, transformando a las Musas en «Camenas», a la «Crónida Hera» en «Juno, hija de Saturno». De esa Odusia no se conservan más que breves fragmentos aislados, pero la elección del tema deja entrever el propósito de Livio. Mientras la Ilíada, que era el «libro sagrado» por excelencia de la cultura griega, se centraba en el Egeo, la Odisea, por el contrario, miraba hacia Occidente. Una tradición de los comentaristas situaba la mayor parte de sus episodios en las costas de Italia y Sicilia. Y también en Italia se ubicaban las prolongaciones de la leyenda de Ulises. En particular, cabe destacar que este fue un personaje familiar en tierra etrusca; los hijos que, se decía, tuvo con Circe eran considerados los fundadores de muchas ciudades del centro de Italia (Tibur, Ardea). Tras la epopeya de Livio se adivinan los relatos legendarios etruscos y la epopeya «oral» del Lacio etrusquizado. Por otra parte, en esa segunda mitad del siglo III Roma se vio implicada en los problemas de Iliria y se inquietaba por las costas del Adriático, a las que había llegado tiempo atrás, pero que, hasta entonces, no aparecían en su horizonte político inmediato. Y Roma no tardó en actuar como protectora de los helenos contra los piratas bárbaros. Pues bien, uno de los héroes de las Guerras Ilirias era precisamente un tal Livio Salinator, tal vez el mismo hombre que manumitió a Livio, tal vez su hijo y, en este caso, antiguo alumno del poeta. ¿Adaptar la Odisea al latín no sería acaso un refinado homenaje a los romanos que, desde el centro de Italia, regresaban como liberadores al país de Ulises?

La epopeya de Livio conservaba muchos rasgos de los orígenes italianos de la literatura latina: no solo la métrica (la Odusia estaba escrita en versos saturnios), sino también el interés por las leyendas en las que desde hacía tiempo ya se identificaban las prolongaciones occidentales de los ciclos épicos.

Resueltamente italiano también, y más romano todavía, es el Bellum Punicum de Nevio. Su autor era un campano que representó su primera obra en 235 a. C., tan solo cinco años después de la que marcó los comienzos de Livio. Nevio probablemente escribiera el Bellum Punicum en su vejez, hacia 209, en el momento en que gran parte de Italia se encontraba ocupada por las tropas de Aníbal o, al menos, amenazada por las campañas del púnico. Esta epopeya también está escrita en versos saturnios: los fragmentos que se conservan, cortos pero relativamente numerosos, permiten hacerse una idea del conjunto. El tema era la primera guerra púnica, en la que Nevio participó como soldado. Pero los primeros cantos los ocupa un relato de carácter mítico que detalla las aventuras de Eneas, considerado el fundador de Roma, y sus amores con la reina Dido, fundadora de Cartago. Es el mismo contenido de los cuatro primeros cantos de la Eneida. Nevio no inventó nada nuevo. Desde hacía tiempo, Eneas figuraba entre los héroes «itálicos»: en el centro de Italia, donde hay constancia de su presencia en Veyes, en un santuario y lugar de peregrinaje etrusco, y en Sicilia, donde era sabido que colonos troyanos se instalaron en Segesta, en los tiempos remotos del rey Laomedonte, y a donde llevaron el culto a Venus, en el monte Erice. Eneas también estuvo presente en el Lacio, en Lavinio, donde se ha descubierto un santuario a él consagrado. No se sabe cómo se formó la leyenda de los amores de Eneas y Dido. Probablemente en su origen no tuviera relación con Roma: el helenismo llevaba mucho tiempo disputando a los púnicos la parte occidental de Sicilia, y este mito pudo haber servido para legitimar las pretensiones de los colonos de Segesta sobre el santuario del Erice, que la «Venus» púnica tendía a incorporar. Fuera como fuese, Nevio utiliza esta historia dramática para explicar la rivalidad mortal que oponía a Roma y Cartago. Su propósito es mostrar que los Destinos son favorables a Roma, y eso reviste gran importancia durante los oscuros años de la segunda guerra púnica. Roma recibe de su poeta una doble certeza: que los dioses están de su parte y que sus victorias pasadas sobre Cartago le garantizan el éxito final.

Mientras que la tradición italiana inspiraba la Odusia de Livio, el Bellum Punicum es más precisamente romano; y es que las circunstancias han cambiado. Roma ya no es el árbitro de Italia, sino una ciudad que lucha por su propia existencia, y ese endurecimiento de su voluntad provoca un acceso de nacionalismo, una de cuyas manifestaciones es la exaltación histórica de los héroes nacionales. Es el momento en que, como veremos más adelante, se forma la tragedia «pretexta».

La tercera epopeya romana fue la de Ennio. Escrita tras la victoria final de la segunda guerra púnica, ya no es una obra de combate, sino una meditación sobre la grandeza y la misión histórica de Roma. Ennio nació en Rudiae (en Mesapia, no lejos de Tarento) en 239 a. C. Pertenece por tanto a la generación siguiente a la de Livio y Nevio. Ennio solía jactarse de hablar y escribir tres lenguas: griego, latín y osco, que era la lengua de su tierra natal. Pero lejos de guardar rencor alguno a Roma, que había conquistado dicha tierra, se enorgullecía de haberse convertido en romano.

Ennio es...

Erscheint lt. Verlag 16.6.2021
Reihe/Serie Biblioteca de Ensayo / Serie mayor
Übersetzer Susana Prieto Mori
Verlagsort Madrid
Sprache spanisch
Themenwelt Literatur Essays / Feuilleton
Schlagworte civilización romana • Ensayo • Estudio literario • historia de Roma • Literatura clásica latina
ISBN-10 84-18708-89-1 / 8418708891
ISBN-13 978-84-18708-89-3 / 9788418708893
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