Hinduismo (eBook)
128 Seiten
Books on Demand (Verlag)
978-84-1326-266-6 (ISBN)
Javier Gálvez, además de ensayos y traducciones de obras clásicas, ha escrito una historia de la filosofía que ha llegado en este momento al octavo tomo. Recientemente ha presentado una traducción comentada de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Vive en las nubes, entre Málaga y Galápagos todavía preguntándose: ¿qué estamos haciendo aquí?
Introducción
El subcontinente indiano presenta geográficamente la forma de un triangulo revesado, con la base en alto, delimitado por la cadena montañosa del Himalaya y el vértice (la punta) directo hacia el sur, sumergido en pleno océano indiano. La figura de esta inmensa península llama a la mente el símbolo sexual femenino, por este motivo los indianos llaman a su país “la Madre India”.
Su territorio fue habitado desde la prehistoria por grupos étnicos autóctonos (dravídicos). Eran los descendientes de las tribus que llegaron a la India entorno a 40 mil años adP (antes del Presente, considerando como Presente la fecha del 1950, año en que se estableció el carbono 14 como método para la datación de los restos orgánicos paleo-históricos), procedentes del continente africano, y desde entonces constituyeron la base étnica de la población local. La ola de expansión humana, como sabemos, siguió imparable hacia el suroriente asiático, de tal manera que la actual Indonesia y, finalmente, la isla-continente australiana fueron pobladas por tribus de origen africano. De hecho, hoy en día, las residuales poblaciones dravídicas del sur de la India y los aborígenes australianos son, genéticamente, los parientes más cercanos de los africanos. Las poblaciones dravídicas tenían por tanto la piel oscura, el pelo rizado o también liso (Heródoto llamó a esas poblaciones, en su Historia, los negros de pelo liso), estatura mediana, cráneo dolicocéfalo, nariz ancha y larga.
Esas poblaciones desarrollaron autónomamente un profundo sentido místico y espiritual desde la época paleolítica. Las más antiguas manifestaciones religiosas en el subcontinente indiano remontan al período neolítico y fueron descubiertas durante las excavaciones llevadas a cabo en 1922 en las ciudades de Mohenjo-Daro, en el Indostán, y de Harappa, en el Punjab (tierra de los cinco ríos), y están fechadas por lo menos al III milenio antes de nuestra era, antes de las migraciones de poblaciones indo-europeas, o caucásicas, que, como veremos, terminaron ocupando el norte del subcontinente indiano.
Es significativo que en casi todas las habitaciones llevadas a la luz durante esas excavaciones se haya encontrado una estatuita de figura femenina semidesnuda representante la “madre” dispensadora de vida. La estatuita presenta la mujer en estado grávido y con un seno abundante, símbolos que representan, sin duda alguna, la generación y el origen de la vida. También los órganos genitales, masculinos y femeninos (lingam y yoni), vienen representados difusamente como símbolos de fertilidad.
Se encuentran también figuras de animales y plantas, muchas veces puestas al derredor de una figura humana masculina en posición yoga, sugiriendo la hipótesis de un profundo sentido antropocéntrico de la existencia humana, considerando el hombre, en esa posición simbólica, como el señor de los animales y de las plantas.
El acontecimiento que revolucionó el mundo suroccidental asiático, modificando desde sus raíces el escenario étnico, social y cultural de la península y, además, de todo territorio que va desde la actual India hasta las costas mediterráneas de lo que hoy son Turquía, Líbano y Egipto, ocurrió en torno al II milenio a.C.
Desde el final del paleolítico, el mesolítico y, con mayor intensidad, durante todo el período neolítico, se produjeron “invasiones” de tribus sin territorio propio, procedentes de las estepas euroasiáticas al norte del mar Caspio, que invadieron el área mesopotámica con el intento de conquistar tierras donde establecer el propio territorio con un clima más templado y agradable de aquellas, incluidas entre los paralelos 40 y 50 norte, frías e inhóspitas, de donde venían. Análogas “invasiones barbáricas” se produjeron hacia las regiones occidentales europeas, superando el mar Caspio, durante todo ese período.
La invasión a la que ahora estamos aludiendo (o las invasiones sucesivas, pues el fenómeno interesó no sólo una “banda” perdida de predadores, sino más generaciones de un pueblo nómada, que constituyó una ola invasiva análoga a la ola de expansión) se produjo en los siglos inmediatamente sucesivos al 2000 a. C., y fue la más importante y masiva irrupción de pueblos nómadas procedentes de las estepas euroasiáticas que se haya producido en épocas protohistóricas e históricas.
El evento tuvo repercusiones profundas en toda la región, desde las costas mediterráneas del mediano oriente hasta la India, no solamente por los efectos directos producidos por los originarios invasores, sino por el efecto dominó determinado por la huida de tribus y poblaciones residentes y su consecuente desplazamiento hacia territorios limítrofes, convirtiéndose de esta manera en agresoras, una vez que sus territorios fueron ocupados por otros agresores.
Muchas invasiones históricas han sido tratadas por los historiadores de forma aislada y no relacionadas con otras ocurrencias análogas producidas en el mismo arco de tiempo y consideradas “misteriosas”. Es el caso, por tanto, de resumir sintéticamente aquí algunas de las invasiones barbáricas “misteriosas” que se produjeron en el área que nos interesa, en el período inmediatamente sucesivo al II milenio antes de nuestra era, para dar una posible “clave” de lectura de un fenómeno que abarcó algunos siglos de historia del área medio-oriental.
En el 2000 a.C. los Hititas, pueblo indo-europeo procedente del Cáucaso, invadió primeramente la Turquía, y de allí prosiguió hacia la Mesopotamia y el Egipto.
Entorno al mismo año, el 2000 a.C., hubo una masiva migración de pueblos, procedentes de Asia central y de Rusia meridional, que es la que aquí nos interesa, que, a través de los tres corredores, el caucásico y los de la planicie del Turkmenistán, a la derecha y a la izquierda del lago Aral, invadieron la Mesopotamia, la Turquía, las islas del Peloponesio y la Armenia. Desde la cuenca mesopotámica invadieron hacia el oriente la Persia y, finalmente, llegaron a la India, donde tomaron el nombre de Aryos, y se asentaron en la región del Ganges.
Entorno al 1800 a.C. un pueblo indoeuropeo, los aqueos, procedente de los Balcanes invadió la actual Grecia, la sometieron, y fundaron los reinos de Micenas y Trino. Señalamos esta migración porque la consideramos importante por dos razones: la primera es que, si consideramos el efecto dominó de las invasiones barbáricas procedentes de las estepas ruso-asiáticas, la invasión aquea fue testimonio temprano de esos acontecimientos, de hecho ella constituyó el origen del poblamiento de la península y fue, además, una conquista pacífica; la segunda razón es representada por la circunstancia que los aqueos introdujeron en la península griega la doma del caballo, el carro de guerra y las espadas largas de bronce, todos inventos que se generaron al principio del neolítico en las estepas ruso-asiáticas.
En el 1800 a.C. los asirios, mezcla de poblaciones semíticas indo-europeas, invadieron la Mesopotamia y sometieron los Akadios, vencedores de los sumerios.
Entorno al 1700 a.C., los Medos, procedentes de la región anatólica, sometieron los Asirios. La población residente fue exterminada.
Entorno al 1650 a.C. el misterioso pueblo de los Hyksos invadió el Mediano Oriente y, continuando hacia el sur, entró en Egipto, sometiéndolo por al menos cien años. A los Hyksos se reconoce el perfeccionamiento de una técnica de guerra ya en uso desde el inicio de la edad del bronce: los carros de combate tirados por dos caballos.
Los pueblos del norte, que se caracterizaban por su tradición nómada y guerrera, saquearon fácilmente toda la región a oriente del Indo y vencieron las poblaciones dravídicas residentes en la India, sometiendo las del norte y terminando la conquista, a finales del XVI signo a.C., de todo el valle del Ganges, marginando hacia el sur las que lograron huir.
Los invasores eran de piel clara, muchos de ellos rubios, con ojos azules y se llamaban a ellos mismos arya es decir “nobles, o señores de la tierra”, en oposición a la preexistente población de piel oscura que ellos habían sometidos, que llamaron dasyu o dasa, término que, con el tiempo, terminó por identificarse con la condición de esclavo.
Los invasores, que estaban entre ellos divididos en castas, discriminaron las poblaciones vencidas por el color de su piel y fueron llamadas varna, es decir, propiamente, “color” para distinguir la diferencia de colorido de la piel de los primeros del de las poblaciones sometidas.
Las poblaciones aryas introdujeron en la región sus costumbres, su idioma y sus creencias, que estaban establecidas por los textos sacros, los Veda, que en sánscrito significaba conocimiento.
Junto al conocimiento, los aryos introdujeron en la región el rito del sacrificio. El conocimiento y el sacrificio formaron el núcleo fundamental y sincrético del Vedismo, la religión de los aryos y, luego, el cimiento del Brahmanismo y del Hinduismo, religiones que constituyeron el desarrollo del Vedismo y que hoy son practicadas por el 80 por ciento de la población hindú (las otras religiones actuales son representadas en las siguientes proporciones: musulmanes, 11 por ciento; cristianos, 2,3 por ciento; sijs 1,9 por ciento; budistas 0,7 por ciento; otros 4,1 por ciento).
Cuando los aryos conquistaron la India, sometiendo, o desplazando, a las poblaciones...
Erscheint lt. Verlag | 25.9.2020 |
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Sprache | spanisch |
Themenwelt | Geisteswissenschaften ► Religion / Theologie ► Hinduismus |
ISBN-10 | 84-1326-266-6 / 8413262666 |
ISBN-13 | 978-84-1326-266-6 / 9788413262666 |
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Größe: 256 KB
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