La Peregrinación a las Fuentes (eBook)

Prólogo

¿Quién era este viajero que, el 22 de diciembre de 1936, zarpó de Génova rumbo a la lejana India británica? Un aristócrata de perfil noble, pero también un peregrino sin fortuna al que unos amigos le habían ofrecido el viaje. Era un pensador de altos vuelos que había estudiado filosofía en Florencia y Pisa, pero sobre todo era un poeta, sensible a la belleza de las cosas.

“Por todas partes transeúnte y peregrino, constantemente desnudo por el viento de una gran partida”, este caminante de largas piernas “segador del espacio” ya había atravesado Italia y pasado por varios países europeos. Pero es un hombre preocupado por el sentido de su existencia: “¿Tengo un destino, tengo una misión?”

Así que no aterrizó en Ceilán como turista, sino para “interrogar al mundo a los ojos” y encontrar, si era posible, su vocación. Tampoco fue por fascinación por Asia y sus misterios por lo que se embarcó, sino para “ser mejor cristiano” poniéndose en la escuela de Gandhi. Su viaje tenía un sentido espiritual, un trasfondo moral y un contexto histórico. El auge del fascismo en España, Italia y Alemania, ¿no hace presagiar lo peor? ¿Cuál es la salida a la violencia que está a punto de envolver a Occidente y al mundo?

Un viaje iniciático

Desde los primeros días, esta búsqueda espiritual y ética estuvo teñida de asombro. Lanza del Vasto se sintió profundamente conmovido por las gentes que descubrió y por su cultura milenaria. El arte de los templos, la belleza de los paisajes, el ascetismo de los yoguis, la vida sencilla de los pueblos por los que pasa le atraen. Desde el principio, renunció a vestir el traje occidental —un ladrón le ayudó a hacerlo, robándole también el monedero— y adoptó la vestimenta local, una banda de tela que se sujetaba a la cintura. Con la cabeza afeitada, la tez bronceada, “llevando un bastón, una bolsa y barba”, se asemeja a los sadhus que conoce y cuya experiencia comparte.

Por trenes abarrotados o caminos de hierba, junglas húmedas o inmensas mesetas secas, va subiendo poco a poco del sur al norte del país, de Madurai a las laderas del Himalaya. Come al estilo hindú, se deja invitar aquí y allá, y a veces ni siquiera come. Este “bandido apacible” se asombra de la pureza de la que goza, a pesar de que el amor le atormentaba a menudo. “Sin compañera y sin pan, sin fuego ni lugar”, estaba listo, a los treinta y cinco años, para vivir el cambio crucial de su vida.

Fue en Wardha, en el centro de la India, donde tuvo lugar el acontecimiento decisivo. Lanza del Vasto relata de forma inolvidable su encuentro, al amanecer del 30 de enero, con el anciano semidesnudo que “solo en el desierto de este siglo, mostraba un atisbo de verdor”. Gandhi es, en efecto, el héroe humilde pero fuerte que el viajero esperaba encontrar. Antaño desgarrado entre sus sentimientos, sus ideas y su voluntad, Lanza ha encontrado su camino: aquí está consagrado a la no violencia, llamado a vivirla y a darla a conocer. Pasa varios meses con Bapuji, el “padre amado”, absorbiendo sus enseñanzas y recibiendo de él un nuevo nombre: Shantidas, Siervo de la Paz. Este título de misión no le abandonará jamás.

Para sellar esta llamada, Lanza quiso pasar por el fuego, recibir la confirmación divina. Al acercarse la Pascua, parte hacia una iglesia lejana, ayunando y rogando a Dios que se le muestre. Pero la larga marcha le desgasta, y es por el silencio del cielo, la ausencia total de revelación, que será fulminado el Viernes Santo, antes de que al día siguiente, inmerecidamente, la luz pascual fluya en su corazón, como lo relata en una de las páginas más bellas del libro.

El resto del relato nos muestra al peregrino camino de las fuentes del Ganges, en un viaje que confirma su carácter iniciático: porque en la cumbre de su recorrido, entre jungla y glaciar, es de nuevo la muerte lo que Lanza cree encontrar. Gravemente enfermo y perdido en las montañas, es acogido por un ermitaño, luego instruido por un sabio asceta. A orillas de un río del Himalaya, en la noche del 16 de junio de 1937, recibe la llamada decisiva para fundar una comunidad humana y espiritual dedicada a la no violencia. “Toda mi vida pasada se me apareció, mi visión del mañana se iluminó”, escribió a su madre. Y a su hermano Lorenzo: “La gracia me ha tocado, ahora solo tengo una vida y un pensamiento”. Había nacido un hombre nuevo.

Un libro inolvidable

Relato de una intensa aventura personal, La Peregrinación a las Fuentes es también un precioso testimonio histórico. Porque hay varios libros en este libro claramente escrito y poderosamente evocador. Lanza del Vasto nos ofrece una visión de la India de los años treinta, aún intacta por los estragos de la modernidad. Nos presenta a Gandhi y sus enseñanzas, fielmente resumidas aquí. Nos acerca al hinduismo, a sus dioses y a sus textos sagrados, sin caer nunca en el exotismo o el sincretismo, sino con la justa distancia desde el respeto. Por último, su talento como retratista nos hace amar a aquellos a los que se acerca: el “brahmán holgazán”, el “filósofo sobre el techo”, una princesa nepalesa cuya belleza le turba, tal asceta con poderes sobrenaturales...

Al relatar esta experiencia, el autor no se precipitó. Pasaron casi seis años entre su regreso a Europa y la publicación del libro. Fue una época de maduración, pero también de angustia y sufrimiento, ya que la guerra se extendía por Europa, y Francia estaba entonces ocupada. En este contexto opresivo, Lanza se confesó “desarmado, indefenso e impotente”. Había prometido a Gandhi pasar a la acción, pero ¿qué hacer en el presente? Esperar, se dijo a sí mismo, “porque ha llegado la noche en que no se puede hacer nada”.

Sin embargo, la insistencia de su amigo Luc Dietrich y la confianza del editor Robert Denoël rompieron su silencio: aceptó publicar el relato de su viaje. En enero de 1943, durante una estancia en casa de unos amigos en la campiña del Doubs, el autor se dedicó a recopilar sus recuerdos. Los medita caminando: “el peregrino vuelve a poner los pies en sus caminos”, señala su biógrafo Arnaud de Mareuil, que presenta estas semanas de escritura como “un renacimiento, un despertar, un arrepentimiento, una evocación inspirada, una eclosión”. La redacción del libro “le sumergió de nuevo en su experiencia espiritual”, y cada párrafo del relato fue “concebido como un poema acabado”. A finales de mayo, el manuscrito fue enviado al editor. Denoël estaba entusiasmado; el público no lo estaba menos.

En noviembre de 1943, en plena Ocupación, se publica el libro. A pesar de las dificultades de la época, fue un éxito rotundo, vendiéndose treinta mil ejemplares en pocas semanas. Los críticos parisinos, seguidos por Max Jacob, Léopold Sédar Senghor, más tarde Albert Camus y muchos otros, lo elogiaron. Muchos lectores escribieron al autor para expresarle su admiración. Las reediciones se multiplicaron, y pronto las traducciones: neerlandés (1946), alemán (1951), italiano (1953), español (1954), catalán (1961), inglés (1972), portugués (2010)... Durante siete décadas, generaciones de lectores han recibido de La Peregrinación un impulso de vida, un soplo de audacia y razones para la esperanza.

Un mensaje profético

La influencia de este libro de consulta va mucho más allá de su constante éxito de best-seller. En la senda de Gandhi, encierra una sabiduría política que no ha perdido nada de su actualidad. Al señalar los callejones sin salida y los perjuicios de la civilización industrial, Lanza del Vasto traza las líneas de fuerza de una nueva sociedad, liberada de la arrogancia tecnológica y reorientada hacia el hombre. En una economía que se ha vuelto destructiva, y ante los conflictos mortíferos que amenazan nuestro planeta, ¿no es más poderosa que nunca la idea de la no violencia o “la fuerza de la verdad”?

En La Peregrinación a las Fuentes descubrimos también, de forma premonitoria, los inicios de un diálogo interreligioso que, en aquella época, aún estaba en pañales. Entre cristianismo e hinduismo, y más ampliamente, entre cultura occidental y sabiduría oriental, Lanza del Vasto forjó un encuentro lleno de respeto y empatía. Este viajero, capaz de interesarse realmente por los demás, ¿No es un bello ejemplo de amistad entre culturas, lejos de las imágenes de una globalización insípida?

Por último, el libro traza un recorrido que nos habla: el de un hombre en viaje hacia su propia verdad, en busca de un “absoluto concreto”. La espiritualidad de Lanza del Vasto no tiene nada de confusa: está enraizada en lo sensible, incluso en una cierta sensualidad. Implica al cuerpo, buscando y encontrando a Dios a costa de un compromiso de todo el ser. “¡Ponte, pues, en camino con toda tu vida, y que la ruta haga cantar tu cuerpo de caña seca y tus piernas de viento!” ¿No es este peregrino una imagen del ser a la vez carnal y espiritual, a la vez libre y activo, en el que todos queremos convertirnos?

Que La Peregrinación a las Fuentes no es solo una gran obra...